lunes, 26 de diciembre de 2011

Les deseo mil millones de sonrisas

Navidad...


Les deseo un árbol de navidad repleto de amor
Un Belén creado por la familia y los amigos
Una mesa de navidad en la que haya comida pero sobre todo en la que haya risas.

Les deseo una Navidad hermosa, llena de ilusión y de sonrisas... porque lo importante no son los adornos navideños sino la ilusión con la que se coloquen estos.

Feliz Navidad...




Lo importante no es el material del árbol, ni los regalos ni la calidad de los adornos; lo importante es la ilusión, los deseos y las sonrisas. 


¿Se apuntan a mi Navidad? Les deseo mil millones de sonrisas.







sábado, 17 de diciembre de 2011

La perfecta imperfecta

Ya han pasado las doce y las princesas vuelven tarde a casa. Son unas princesas diferentes, ellas usan vaqueros, van a lomos de tacones y en su bolso llevan pintura de labios roja.

Son dos princesas que han crecido juntas, muy diferentes, muy parecidas ...

Hablemos de la pequeña, la de los ojos verdes, la princesa científica, la que de todo sabe y a la vez, le encanta darse cuenta de que no sabe de nada. Vive atada a una realidad paralela, siente como el frío le agota pero le hace lúcida, no escatima en abrazos ni en besos, es siempre fiel así misma y a los que le rodean. Es la que más llora cuando está sola, la que más grita cuando la soledad le ahoga, la que recorre kilómetros si siente que alguien no está bien. No sabe querer a medias, no sabe no querer del todo.

Es mi amiga, mi confidente, mi guardiana de secretos, mi guardiana de tesoros, mi otra yo, mi perfecta imperfecta y, de nuevo mi amiga, por y para siempre, MI AMIGA.

Porque suceden cosas, porque las coincidencias existen, porque fraguar una amistad es mirarse a los ojos y sonreír, porque ser amiga no significa dar consejos sino saber recibirlos, porque escuchar y abrazar siempre van unidos y porque los días más felices de mi vida siempre terminan en la barra de cualquier bar, hablando de banalidades y curiosidades con mi mejor amiga.

Ella se llama Nabila y siempre será mi princesa.


domingo, 4 de diciembre de 2011

El viento y el cielo.

Escribo porque me apetece escribir. La noche ayuda, fuera llueve y entre estas paredes amarillas se está bien, me siento a salvo. Como un gato que ronronea mientas se acurruca entre mantas. Por mi mente pasan millones de historias a toda velocidad; algunas las he leído, otras las quiero escribir porque solo han existido en mis sueños. Sueño mucho, quizás porque duermo demasiado o porque hasta despierta suelo estar en las nubes... Así que estaba vez la historia va de cielos:
Cielo extremeño, Cíjara. 
Era pronto y ya llevaba tres cafés. Así llevaba tres meses, madrugando demasiado, comiendo poco, trabajando mucho y echándola de menos.
Era pronto y llevaba tres cafés. Con el primero se quemó la lengua, con el segundo se manchó un poco el pantalón y con el tercero se acordó de ella.
Odiaba desayunar solo. Quería llamarla pero era demasiado pronto, ella estaría durmiendo y él la despertaría... Demasiado pronto pero él ya llevaba tres cafés. Miró al cielo... ella también lo vería al despertarse, así que le mandó un recado al viento

- "Recuérdale que la quiero" .


Cuatro horas más tarde cuando ella se despertó puso la cafetera al fuego y abrió la ventana para ventilar su habitación. Un fuerte viento entró por la ventana y salieron volando un montón de papeles que habían colocados en la mesa azul donde ella escribía. Salieron volando y se quedaron desperdigados por la alcoba; todos menos uno, la carta que él le había enviado meses atrás. Ella la cogió y con sumo cuidado, como si estuviera tocando terciopelo, acarició la hoja y leyó el postdata: "Te Quiero" 

La cafetera empezó a chillar, el café estaba listo, se lo sirvió y se lo bebió mirando al cielo.

- ¿Cuántos cafés llevará él hoy? - Pensó.

Volvió a releer el postada y en sus labios se esbozo una sonrisa... - "Yo también" dijo bajito y le dio un sorbo al café, al primer café de la mañana.


----La estancia volvió a quedarse en calma, el viento salió por la misma ventana por la que había entrado, se fue feliz porque había recordado lo que le habían encomendado. Él ya había realizado su trabajo. Obediente había cumplido con la labor que le habían ordenado, ella recordó que él la quería y se había quedado con una sonrisa en los labios ---



lunes, 28 de noviembre de 2011

El Otoño

Es un árbol viejo o quizás un viejo árbol. Es robusto y fuerte, aparenta tener en su tronco muchos veranos, muchos inviernos, muchas primaveras y como no, muchos otoños. Es un fiel y callado amante del tiempo, anclado en la tierra, ve, escucha y siente. Sabe todo lo que sucede a su alrededor, lo sabe porque ha sido testigo de mucho, también testigo de amor. 

Es un árbol viejo o quizás un viejo árbol de sobra conocido por esa pareja de ancianos que hoy caminan despacio y sonriendo sobre esa cama de hojas secas que en otro tiempo les sirvió de almohada para ver las estrellas. Se acercan hasta él y como si fuera una caricia tocan el tronco rugoso y áspero dándole las gracias por seguir allí recordándoles lo que se quisieron, lo que se quieren y los cuarenta y dos otoños que llevan juntos. 

-El otoño es mi estación favorita- dijo la anciana.
- La mía también cariño, la mía también... - respondió él.

Se dan la vuelta y siguen su camino despacio, con las manos entrelazadas, la mirada briosa y la sonrisa en sus caras. 

El árbol rojizo se queda allí, como siempre, atento a todo lo que le rodea, tranquilo y en paz. Sabe que la pareja volverá cuando el otoño vuelva. Llega una pequeña brisa y unas cuantas hojas rojas y amarillentas se reúnen con las demás que ya han caído. Desde lejos parece que el viejo árbol sonríe... lleva muchos otoños siendo bello, grandioso y único, lleva muchos otoños tiñéndose de rojo y enamorando a quienes por su lado pasean... 

Un árbol viejo o quizás un viejo árbol pero precioso y lleno de vida. 


Otoño en Gran Canaria, fotos sacadas en la Cruz de Tejeda


lunes, 31 de octubre de 2011

La Princesa Ara

Y allí estaba ella. Cansada, enquistada en la rutina, oteando el horizonte como máximo sueño. En otra vida había sido fuerte, severa, risueña y había tenido esperanzas. Hoy era una más atada a la rutina, cansada de esperar, esperando el final del cuento feliz pero sin ganas de seguir leyéndolo.

A ella le gustaba el mar, la tranquilidad, el color azul y tomar chocolate envuelta en una manta mientras nevaba fuera. Era risueña, algo mandona y tremendamente buena. Digamos que ella se llamaba "Ara" y que todos la llamaban de esa forma. Pero a ella no le gustaba, se acordaba de que en otra vida había sido princesa, había sido reina, había sido la princesa más decidida y más envidiada de muchos reinos y ahora, su vida, se le quedaba pequeña. Su vida se había convertido en una rutina de purpurina, de fuera se veía hermosa y llena de brillos, por dentro sólo veía unas luces que la cegaban y le impedían ver el sol y la luna. Ara se ahogaba en su burbuja de purpurina, la misma que construyó para no sentirse sola, para tener cobijo donde llorar, donde reír, donde murmurar y callar. Trabajó mucho por tener la burbuja más bonita y especial, pero se le olvidó dejar una puerta en ella por si algún día quería salir de tanto brillo gris. 

Ahora se sentía dentro y sin poder escapar. Se ahogaba en esa rutina rutinaria, llena de mimos y afecto. Quería conocer cosas nuevas, quería soltarse la melena y  vivir aventuras, pero la burbuja que con tanto trabajo había creado durante tanto tiempo le daba pena, le daba lástima... ya se había acostumbrado a tenerla siempre cerca. 

Ara, que en otra vida fue princesa, tenía una válvula de escape. Cuando nadie la veía, se tapaba bajo las sábanas y un grito mudo surgía de sus labios y entre lágrimas pedía vida, pedía vida nueva, pedía una vida alocada, una vida sin ataduras y sin miedos, pedía una vida para ella, en la que ella de nuevo, como en tiempos pasados, fuera la protagonista, la reina, la princesa... 

Ara se confabuló con la luna. Se levantaba cuando ella más brillaba en la noche y se calzaba sus tacones preferidos y escribía cartas, cartas de desesperación que se antojaban sensuales.  Ella regalaba amor a quien no le importase, regalaba amor a quien la endiosara, a quien la viera como una verdadera princesa fuera de cualquier burbuja. Pedía en las cartas que le dieran vida, una vida fuera de su triste y aburrida rutina; una vida fuera de la burbuja, una vida en la que ella no fuera una cobarde. 

Al fin y al cabo, Ara siempre fue perspicaz, hermosa, luchadora y tenaz. Siempre quiso ser ella, sin retoques, sin espejismos, sin miedos... el problema es que construyó una burbuja para sentirse a salvo y ahora la burbuja es la que la deja sin aire. Por ello, seguirá levantándose de noche, cuando la luna la llame, y escribirá cartas subida en unos altísimos tacones para sentirse libre, para sentirse viva, para volver a sentirse princesa una vez más en su rutinaria vida.

--- Pero Ara no ha de olvidarse que jamás ha dejado de ser princesa, sólo tiene que encontrar la salida de la burbuja y dejar la puerta entreabierta por si algún día quiere regresar a su mundo de luces--- 




martes, 25 de octubre de 2011

Sueños...

- Buenas noches mi cielo, mañana la vida será más bella.
- ¿Cómo mamá?- Dijo dándole un beso y apartando a la mimosa gatita que ya se había acurrucado a su lado.
- Con tus sueños cariño, con tus sueños. 
- Nunca me acuerdo de ellos por la mañana.
- Eso es lo de menos porque los sueños más bonitos son los que se tienen cuando uno está despierto. 

Esta era una conversación normal entre ella y su madre. Noches y noches hablaban de lo mismo de los sueños y de soñar. 

La niña fue creciendo y cada noche sonreía al recordar que los sueños más bonitos los tendría despierta. Cuánto más crecía más se cercioraba de la fuerza de las palabras de su madre "soñar despierta" y poco a poco se fue dando cuenta de que le gustaba ver llover en la ventana, que le gustaba imaginarse como las gotas hacían competiciones para ver quién llegaba antes a la meta o imaginarse que eran los árboles los que cuando hacía viento, le susurraban a las nubes que le dieran agua para ponerse verdes y fuertes. Todo tenía un porqué, el que la pequeña quería darle en sus sueños.

La niña pequeña fue montando un mundo fantasioso y fantástico a su alrededor, siempre mirando por la ventana, siempre con su gatita mimosa al lado, siempre imaginándose cuentos y viendo la realidad con el prisma y la suerte del que tiene una caja de lápices de colores para colorear lo gris del mundo. 

Siempre soñando, siempre curiosa y siempre sonriendo con su gatita entre los pies. 

Hoy es ella la que acurruca a su pequeño.

- No te vayas mami me da miedo la oscuridad.
- Pero por qué, si tienes todos los colores para pintarla del color que mas te guste. ¿Cuál es tu preferido?
- El amarillo. - Dijo el niño mientras la niña grande sonreía- ¿Te quedas a dormir conmigo mami?
- No cariño, tienes que quedarte solo para que puedas soñar con todas las cosas bonitas del mundo.
- ... Pero si luego no me acuerdo cuando me despierto. 
- Eso es lo mejor- Le dio un beso en la frente, le arropó, acarició al pequeño gatito que ya dormía plácidamente entre las mantas de la cama y apagó la luz.

Recuerda que tienes un pincel con todos los colores del mundo, utilízalo y pinta la oscuridad a tu antojo, como más te guste y acuérdate de lo que siempre dice la abuela  "Los sueños más bonitos son los que se tienen cuando uno está despierto".

Entornó la puerta de la habitación y, la niña que se hizo mayor, fue al salón de puntillas para no enturbiar la calma de la noche; allí sentada en una butaca rosa estaba su madre.
- ¿Ya se durmió?
- Está pintando la noche de amarillo -Dijo con una sonrisa mientras se dirigía a la ventana con su gata entre los brazos-
- ¿Todavía no te vas a dormir?
- No mamá, tengo que soñar primero. 




lunes, 17 de octubre de 2011

En la isla del fin del mundo.

Hasta hace relativamente poco tiempo lo era. El final del mundo conocido, una pequeña isla con nombre metalúrgico, cargada de simbolismo y lava. La pequeña isla canaria del Hierro. Isla de contrastes y de armoniosa calma.

El tiempo se para, las olas se vuelven feroces, los pájaros cantan al unísono de las embestidas del mar y todo transcurre sigilosamente, como con miedo a que la isla dormida, callada y tiernamente olvidada despierte.

Es la más pequeña de todas, también la más joven del archipielago canario. Es la isla del meridiano; la que cuando llegas al pequeño faro de Orchilla y miras el inmenso mar te sientes pequeño en esa isla diminuta porque su grandiosidad reside en lo todo lo que te hace sentir no en sus kilómetros.

Esa isla pequeña, armoniosa y delicada que hasta hace poco parecía dormida se despierta, ahora, después de una larga siesta, después de un gran letargo de sueño cautivo y cautivado.

Eso es la isla del Hierro, la más pequeña, la más tranquila, la apacible y la que hasta ahora, siempre había estado dormida. Porque no nos olvidemos hasta hace, relativamente poco, esa isla cautiva y cautivadora era la isla del fin del mundo, la más apartada del mundo conocido, la que se encontraba más lejos de las columnas de Heracles, la isla donde se acababa el mundo, la última de las Islas Afortunadas. Ahora se despierta, la pequeña se vuelve rebelde pero, de igual forma, sigue mostrándonos su fuerza y su calma.

El Hierro es la isla del fin del mundo; el lugar perfecto para perderse y el lugar idóneo para encontrarse.
Foto tomada desde el Hotelito en las Puntas

Faro de Orchilla

Aquí creían que se acaba el mundo, Orchilla

domingo, 4 de septiembre de 2011

El fútbol tiene alma de radio.

Cerró los ojos y escuchó el silencio. Toda la vida había ido al estadio con su hijo. Le encanta el olor del verde, los gritos del señor que se sentaba dos asientos más abajo en el Insular y la viejita que llevaba bocadillos para todos en los descansos de los partidos. Se acordó de que eran muchos, como él,  los que llevaban una pequeña radio para escuchar la narración del partido aunque ellos estuvieran viéndolo en vivo. Se acordó de todo porque ese día llegaba al Gran Canaria con su nieta pequeña y con su hijo, como lo llevaban haciendo durante más de veinte años. En su bolsillo llevaba la radio que siempre le acompañaba para escuchar cantados los goles de la UD Las Palmas, para ver si el árbitro se había equivocado con el penalti o para ver cómo iban los demás equipos. 

Todos se sentaron en sus butacas después de saludar a los habituales, se sacó la radio del bolsillo y la metió en la mochila de la niña, no sé para que la traje si no pueden retransmitirlo, pensó. Miró hacía las cabinas y le dio mucha pena; estaban vacías, las radios estaban en silencio, los micrófonos estaban apagados y al estadio parecía que faltaba algo. 

¿El fútbol sin radio? El abuelo empezó a recordar cuando tuvo que quedarse aquella semana en el hospital, era una bobería de operación pero tenía que quedarse en reposo y tuvo que quedarse sin ver a su Unión Deportiva. Entonces, recordó lo que había pasado ese día: encendió la radio y desde el pasillo del hospital se oían improperios al árbitro, se escuchaban los "uys", se oían las risas y aquella habitación que al principio estaba vacía se fue convirtiendo en un campo de fútbol, con sus gradas y su aroma; casi se podía escuchar los chasquidos de las pipas y el silbato del árbitro. Recordó que esa habitación del hospital se fue llenando de gente, unos venían a preguntar como estaba y enseguida callaban al escuchar el partido, otros no decían nada simplemente se sentaban a su lado para seguir al equipo amarillo. Era un ritual, se sufría y se sentía como si estuvieran en el estadio, todo gracias a ese locutor que con su voz estaba dibujando el estadio, el colorido, los guantes del portero, la herida sangrante del rival, el balón que daba en el larguero, el frío y el calor y los goles...

El señor volvió a abrir los ojos y su mente regresó al Estadio. Sacó de la mochila de su nieta la radio que había colocado allí minutos antes, buscó el dial y esperó... 

- ¿Qué haces papá? No van a dar el partido.
- Nunca se sabe hijo, yo lo pongo por si acaso, porque el fútbol sin radio parece que no es totalmente fútbol.

Miró a su nieta, le sonrió y le dijo:
-  Atenta que ya empieza el partido, mira que amarillo más bonito el de la casaca. Con una mano le acariciaba el pelo a su pequeña y con la otra seguía intentando conseguir un dial que le radiese el fútbol, ese fútbol que ya había empezado. 

El fútbol tiene alma de radio y si las quitan, le roban un trozo de alma al fútbol. 

----) Escuchen el link y díganme que esto no es pasión, díganme que esto no es fútbol. 




Con este gol la UD Las Palmas siguió en la lucha de subir a la 2ªDivisión. Lo viví con esta retransmisión en mi residencia de Salamanca, no lo olvidaré jamás.       #noalfutbolsinradio 

domingo, 28 de agosto de 2011

Las flores de la azotea

Era pequeña y el mundo le parecía demasiado grande pero quería comérselo sin masticar. Tenía 12 años y miraba como se deshojaban las flores, como la gente se enamoraba, como la marea subía y bajaba y como los árboles cambiaban de color según la estación. Su abuela le había enseñado a mirar y observar el mundo y a amar las flores. Era una niña pizpireta, a veces demasiado preguntona y poco dormilona.

Ayudaba a su abuela a regar las flores que, apiladas y plantadas en el culo de las garrafas de plástico, crecían contentas en la azotea de su casa. Con su abuela tenía conversaciones interesantes en medio de geranios, orquídeas de exterior, margaritas, rosas, claveles, dalias y amapolas amarillas; hablaban del amor que sentía por su abuelo, de la infancia en aquella tierra inhóspita y polvorosa pero de la que siempre hablaba con una sonrisa en los labios. Hablaban del consuelo que dan las amigas cuando toman cafés en la hora del café, hablaban de los consejos sabios que dan los mayores y que coger el sol después de comer es malo para la piel. Hablaban de las faldas demasiado cortas y las noches demasiado largas. A su abuela le gustaba hablarle del telar, de su juventud, de lo que ella se ponía cuando iba al baile. Le cantaba canciones antiguas y le hablaba a su nieta de cómo había que cuidar las flores para que éstas crecieran fuertes y bonitas.

Su abuela se llamaba María, tenía el pelo canoso, siempre vestía con vestidos de colores oscuros y no le gustaba que la gente gritase. Intentaba dar buenos consejos aunque no siempre su nieta le hacía caso pero le daba igual ya que, sabía que a la niña le gustaba estar con ella regando las plantas, hablando de cosas sin importancia y de cosas importantes. Les gustaba estar juntas contándose secretos sobre la vida y sobre cómo vivirla. 

-       No vengas a ayudarme hoy a regar, hace demasiado calor y llevas una falda demasiado corta.
-       Me quedaré en este rincón para no mancharme. Abuela, ¿dónde está la gata?
-       Buscando gato. Lo raro es que no estés buscando tú también.
-       Mi madre no me deja, me dice que venga directamente para acá, que no me entretenga por el camino.
-       ¿Saliste de casa con esa falda tan corta?
-       Sí.
-       Normal que no te deje salir a buscar gatos.
-       Hace bastante que no entiendo de lo que estamos hablando. ¿A buscar gatos? yo tenía ganas de dar una vuelta. No te entiendo...
-       Ya me entenderás cuando seas mayor. Entonces vendrás con una falda aún más corta y con varios gatos detrás de ella.
-       No sé de lo que me hablas abuela.
-       Mejor, ahora tráeme la regadera, ya tendrás tiempo para entenderme.

La niña va en busca de la regadera y la abuela ríe, en ese momento llega la gata y maúlla, está cansada y tiene hambre, la abuela vuelve a sonreír.

-    La gatita ya llegó. Ponle comida que llega flaca y muy cansada.

















Las flores son de mi jardín, ¡Qué mano tiene mi madre con las flores!

lunes, 22 de agosto de 2011

El Burrero

Hoy es uno de esos días que aunque es lunes huele a sábado.
Me he levantado esta mañana y desde mi ventana se podía oler el mar... ese mar con yodo de esa playa que unos iluminados estropearon ya hace bastante tiempo. A mi memoria han llegado recuerdos de días de viento, de mar, días de cholas de plástico, de juegos en la avenida mientras los aviones sobrevolaban nuestras cabezas. He recordado como nos engañaban diciendo que la digestión duraba cuatro horas, que el potaje era pesado y que había que quedarse sentado esperando. He recordado los charcos de enfrente de mi casa, el pequeño dique con el que me protegía del viento y los bocadillos de "tulip"en la orilla del mar. Antes la arena no molestaba, la gente se sentaba en la calle a hablar y a tomarse el café;  la brisa olía a mar y las cholas de plástico eran parte de nuestro día a día. Qué buenos momentos me traen las "calamares"... todo el día puestas, no nos la quitábamos hasta que su marca no estuviera sellada por el sol en nuestra piel.
Esa era la verdadera playa del Burrero o por lo menos la que a mi me gustaba; una playa de callao y arena rubia. Me gustaba el Burrero en el que la Aguaiza, el Charco del Cura, la Bartola y la Cuna no estaban sepultados por toneladas de arena y donde el dique sur esperpéntico no existía. Me gustaba el Burrero de las historias, de los mitos, "la playa en la que se hundió un barco y aún hoy hay un tesoro escondido", como decía mi maestro de gimnasia. De eso ya nada existe, tiene que soplar muy fuerte el viento para que se lleve toda la arena y vuelva a dejar mi playa como estaba.

¡Qué pena de playa pero qué buenos recuerdos!







sábado, 13 de agosto de 2011

Porque para llevar tutú no hace falta ser princesa.


Para llevar tutú tenía que ser princesa, desde pequeña le habían enseñado eso. Debía ser coqueta, vestir de rosa y ser buena. Las horas para salir a la calle estaban restringidas a cuando estuviera el sol, los amigos tenían que ser mujeres y la mayor aspiración debía ser llegar a ser la perfecta princesa.

Se llamaba Estrella, era buena chica, siempre hizo lo que le dijeron y nunca dio  problemas. Mientras crecía se convertía en la princesa perfecta. Vestía con tutús, su prenda favorita, los tenía de cientos de colores, también tenía zapatos que al caminar soltaban purpurina. El mundo la veía feliz porque ella le sonreía al mundo, lo que el mundo no sabía es que al caer la noche, cuando la aspirante a princesa se iba a dormir, la sonrisa desaparecía y por la ventana miraba hipnotizada, con un rostro triste y desazonado, la oscuridad; esa que tanto le maravillaba y tanto desconocía.  

Una noche, mientras se quitaba el tutú rosa de princesa apareció su hada madrina.
            -   Puedes pedir un deseo, sólo uno, el resto se me cayeron de la varita al estrellarme con la carroza en aquel árbol que separa la rotonda quinta de la sexta. Tienes 23 horas para pensar lo que me quieres pedir.

La aspirante a princesa no pudo dormir, por la mañana su sonrisa había desaparecido y el sol parecía que le segaba las idea. Qué podía pedir si lo tenía todo, acaso un príncipe azul, un unicornio blanco, un castillo de cuento… Qué podía pedir. Se fue pronto a su habitación, como cada día, se quitó el tutú rosa y bostezó. Su mundo le aburría pero ella tenía que ser la princesa perfecta, así lo querían y así lo esperaban todos.

Cuando el reloj de cuco marcó las 12 de la noche apareció el hada madrina y le preguntó si ya sabía que deseo pedirle.
               -  Quiero conocer la oscuridad.

El hada madrina casi se cae del espanto, la niña con tutú parecía muy segura pero eso no es lo que debería pedir una aspirante a princesa. Ya no podía hacer nada, era su deseo. Movió la varita en el aire y con un “chin-pon” apareció en la mano de la aspirante a princesa una escoba y su precioso tutú rosa se fue tiñendo poco a poco de negro y fucsia. La muchacha miró su escoba y su tutú y una sonrisa se dibujó en su cara.
-                 -    No era esto lo que yo tenía pensado para una princesa. ¿Por qué quisiste conocer la oscuridad? Eso no es lo que la gente espera de ti, debías de ser buena, la noche no está hecha para princesas, debías estar en casa a horas normales y ser, sencillamente, perfecta. ¿Tan difícil era?

Estrella, la aspirante a princesa, se montó en su nueva escoba y salió volando a ese cielo oscuro que tanto había observado, mientras, su tutú teñido de fucsia y negro ondeaba en el aire y una sonrisa era perenne en su cara. Miró al hada y le dijo:
- Hada madrina, no te enfades, tengo 24 años y llevo asomándome a esa ventana todas las noches desde que soy pequeña.  Toda la vida llevo soñando con saber más de lo que me rodea. Sabes cuánto tiempo he tenido para pensar; mucho, y anoche, cuando apareciste, me di cuenta de una cosa…

“Mientras las princesas duermen las brujas vuelan...”  y no quiero seguir durmiendo.
(Foto Alyson Aliano) 

miércoles, 10 de agosto de 2011

Me inventaré cuentos

Díganme palabras, díganme temas y me inventaré cuentos. Este es mi nuevo reto y mi nueva petición. Se aceptan las propuestas por todos los medios posibles ¿Me ayudan? Es fácil tú me propones un tema o una palabra y yo desarrollo el cuento.

Vamos a hacer volar la imaginación... qué en estos tiempos que corren está difícil.


Feliz día!


lunes, 25 de julio de 2011

El Perfume.

Llegaba tarde al aeropuerto, últimamente llegaba tarde a todos los sitios, por eso cogió la primera maleta que encontró. Su armario parecía que había sufrido un saqueo, parecía que por él había pasado una guerra y sólo había sobrevivido la parte derecha. Ella se lo había llevado todo, sus camisas, sus vestidos, sus zapatos... Se lo había llevado todo y le había dejado espacio, unas bolsitas que contenían café para dar olor al armario y esa estúpida y única maleta. La miró con desconsuelo, se la habían comprado en su último viaje a Italia (...) no se molestó en mirar que había en ella, no quiso prestarle mucha atención no quería volver a tener otro incidente como cuando vio su cepillo de dientes. Se había ido, le había dejado claro que no iba a volver, tenía que aprender a vivir con ello, el viaje de hoy era la primera decisión que había tomado desde que ella se fue.
Llegaba tarde por eso metió cuatro camisetas arrugadas, una camisa, dos vaqueros, calzoncillos y calcetines. No se le daba bien hacer maletas, tampoco controlar la hora; llegaba tarde. Revisó que la casa estuviese cerrada, cogió las llaves, la cartera, la tarjeta de embarque y el móvil. Volvería dentro de cuatro días, "adiós casa, volveré siendo otro". El taxi le esperaba en la calle, llevaba haciéndolo el último cuarto de hora.
Llegó al aeropuerto y fue al control, dejó la maleta en la cinta y pasó por el arco. No hubo problema hasta que el señor de su derecha le preguntó que si llevaba algún perfume, él no recordaba haber metido ningún perfume, él sólo había metido en la dichosa maleta cuatro camisetas arrugadas, una camisa, dos vaqueros... El policía le señaló la pantalla y ese frasco que se dibujaba le produjó que el corazón le diese un vuelco. No podía ser, ella de nuevo, su perfume, ese que a él le encantaba, ese que nunca cambiaba porque decía que definía su personalidad, y vaya si lo hacía. Ahí estaba, ella, otra vez provocándole, le había vaciado el armario pero seguía en su vida, en su casa. Su piso se había convertido en un campo de minas, cuando ya pensaba que no quedaba nada, algo aparecía y le hacía explotar por los aires; cuando pensaba que la calma se había instalado en su hogar descubría algo que lo trasladaba a la época en la que eran felices, el mundo giraba en torno a ellos y ella aún no había decidido irse.
-Caballero, puede abrir la maleta para poder comprobar que tiene las medidas permitidas-, Abrió la maleta con miedo, no quiso tocar el perfume pero el agente, ajeno a la guerra mental y al desasosiego emocional que él estaba sintiendo, se lo devolvió.
- Todo en orden, cumple las medidas. ¡Qué pase usted un buen día! -
 El perfume de ella estaba en su mano, nada había cambiado, pensaba que el guardia se lo iba a quitar, pensó que por fin iba a destruir ese olor que tanto le destruía a él, pensaba que si se lo quitaban, si lo requisaban, volvería a su vida, volvería a renacer de sus cenizas cual ave fénix, pero no, el perfume estaba en su mano, el olor tocaba su piel y no pudo retener las lágrimas. Nada había cambiado, él estaba solo, ella no estaba y él perfume seguía allí, con su olor, con ese que tanto amaba y tanto le había echo sufrir.
Estuvo llorando demasiado tiempo, a la vista de todos, nadie se acercaba, el bote de perfume seguía en su mano. Una chica rubia se sentó a su lado, lo miró y le dijo:
- Si quieres lo tiró yo, es malo quedarse con olores que huelen bien pero que son una mierda.-  Él asintió y la chica rubia tiró el frasco a la basura. - Me llamo Carmen mi vuelo no sale hasta dentro de dos horas, si quieres te hago compañía.- 
-Quiero compañía. -
-No me pongo perfume.-
-Ayúdame a olvidar.-
-En dos horas es complicado. -
-Pues hazme compañía, no quiero quedarme solo. Me llamó Mario.-







martes, 19 de julio de 2011

Día siete del mes séptimo a las siete de la tarde.

Era un caluroso día siete del mes séptimo de un año cualquiera. Ella había quedado con el hombre de sus sueños a las siete de la tarde, él la pasaría a buscar e irían a bailar.  Había estado esperando ese momento toda su vida. Sentía por él un amor irracional, salvaje, casi, un amor absurdo. Todo en su vida giró entorno a él durante muchísimo tiempo, su diario, sus pensamientos, sus comentarios, su vida entera la organizaba según la vida de ese niño que fue convirtiéndose en hombre a la vez que ella en mujer. Las escuchas y los rincones donde esconderse para espiarlo se convirtieron en sus aliados para mantener la calma y para mantener la fe; esa fe que no decaía noche tras noche cuando le pedía a su Virgencita que no la abandonara, que se acordara de ella, que la ayudara a conseguir a ese hombre por el que suspiraba.

Era un caluroso día siete del mes séptimo de un año cualquiera y habían quedado a las siete de la tarde para ir a bailar. Ella se había comprado unos zapatos nuevos, se había vestido como una auténtica princesa y allí estaba, a las seis y media, esperando en un pequeño sillón a que sonase el timbre, esperando a qué la recogiese. Mientras miraba fijamente las manecillas del reloj, como si el ímpetu de su mirada hiciese que el tiempo pasase más deprisa. Sus piernas le temblaban, en su mente sólo escuchaba esa canción que tanto le recordaba a él, pensaba que tanta espera había merecido la pena, se sentía como Cenicienta... en menos de media hora estaría allí con ella, cogiéndola del brazo e invitándola a bailar...

Ti tac, tic tac, el reloj marcaba las ocho, tic tac, tic tac, el reloj marcaba las nueve pero ella seguía allí, esperando sentada, sin hablar, sólo mirando como el tiempo corría, como su vestido ya empapado por sus lágrimas se arrugaba y como los zapatos nuevos comenzaban a hacerle daño (...) Siguió allí sentada, en el sillón de flores amarillas en frente del reloj de cuco, hasta que ya no fue día siete del mes séptimo. No la había venido a buscar, no estrenó sus zapatos yéndose a bailar, no pudo ser Cenicienta porque nunca llegó al baile.
...
...
... Ya han pasado veinte años pero esa niña que se convirtió en mujer a la vez que él en hombre, la puedes ver sentada, año tras año, cada siete del mes séptimo, en un sillón amarillo de flores, contemplando el reloj con la mirada perdida. Está sentada con un vestido arrugado y con unos zapatos que nunca llegó a estrenar, esperando a que sean las siete de la tarde y que él aparezca con una buena disculpa y que la invite a bailar.


jueves, 14 de julio de 2011

¿Volamos?

Hoy hace un día extremadamente ventoso en Carrizal, mi pueblo; pero a mi me gusta. Puede que ese sea el motivo de no saber peinarme, para qué perder el tiempo haciéndome un peinado si cuando salía de casa ya no me quedaba nada en el pelo... (buen argumento para justificarme el que se me acaba de ocurrir. )
Siempre me ha gustado el viento, de pequeña pensaba que me llevaría a algún lugar desconocido como le había pasado a la pequeña Dorothy en el Mago de Oz, y, aunque en mi pueblo no hay tornados sí que hay alisios que soplan con mucha intensidad, sobretodo en en el mes de julio.

El viento me transmite calma, sé que parece una incongruencia pero es lo que me transmite, supongo que el día en que nací hizo mucho. Me transmite sosiego porque, mientras lo escucho a través de las persianas y de los árboles, sé que todo está como debería estar, cuando el viento cesa, cuando el viento se calma... es cuando comienzan a pasar cosas ya que todo está en silencio.
El viento sopla y si lo escuchamos con detenimiento oiremos palabras y sonidos que nos susurra al oído, y es como dice Neruda "escucha como el viento me llama galopando para llevarme lejos", a todos nos llama, todos los oímos, pero pocos somos lo que lo escuchamos. Sigamos el run-run, sigamos al viento quizás éste tenga algo que contarnos porque trae de muy lejos historias inigualables y si, por un casual, no escuchamos nada, dejémonos llevar por la imaginación y soñemos que volamos, el viento nos lleva a lomos de un gran caballo blanco y es como dice Neruda "El viento es un caballo, óyelo como corre por el mar, quiere llevarme, escucha como recorre el mundo para llevarme lejos".

   Y yo te pregunto, ¿volamos? ¿te atreves a volar?

jueves, 7 de julio de 2011

Hola, de nuevo.

Después de semanas de abandono del blog vuelvo a escribir. Mi ausencia ha estado justificada, he tenido que meter seis años de mi vida en una maleta de viaje; llegar a mi destino, abrirla e ir colocando cada pieza de ropa, cada par de zapatos y cada recuerdo en dos armarios. Hoy he terminado de organizarlo todo; después de casi una semana, una maleta y cuatro cajas marrones que mandé por correo, puedo decir que mi vida vuelve a estar en un perfecto orden, patas arriba, eso sí, pero en un perfecto y cretino orden.
Mi habitación me sonríe y mi cama de 90 cm me encanta. En ocasiones echo de menos la enorme de mi piso de Salamanca pero creo que en esta pequeña descanso mejor. Mi gata vuelve a ronronear a mi lado y los pájaros me despiertan muy temprano con sus, según mi madre, maravillosos cánticos. El mar se ve desde la azotea, la casa huele a café y los alisios vuelven a mi rutina. Quien sabe si dentro de poco tendré que volver a llenar la maleta e irme, pero hoy por hoy vuelvo a mi habitación de paredes amarillas, vuelvo con ropa, experiencias y sensaciones renovadas pero al fin y al cabo, vuelvo siendo la misma niña que ha dormido en esa habitación toda la vida.
Como dijo Machado "caminante no hay camino se hace camino al andar", ya se verá lo que me deparará el futuro. Quizás hoy haya desembalado la última caja con mis cosas y mañana esté en otro lugar volviéndolas a empaquetar. Tiempo al tiempo, ahora toca disfrutar, estemos donde estemos, hay que disfrutar.

martes, 14 de junio de 2011

¡24!

Hoy cumplo 24, sí son muchos pero estoy contenta. Me encanta apagar velas, comer tarta, sonreír, me gusta cumplir años y más si a mi lado tengo a tanta gente maravillosa. Días como hoy te recuerdan que hay personas que son inolvidables; unas llegan con ramos de flores en medio de la noche, otras viajan durante horas para abrazarme, otra, siendo de ciencias, escribe una preciosa carta cada año, para que yo pueda leerla cada 14 de Junio. Porque hay personas y personas y yo tengo la suerte de tener muchísima suerte.
Soplaré las velas, las veinticuatro, y me acordaré de todos, los presentes y los ausentes porque para mí todos son importantes.
Muchas gracias sin excepción, así da gusto cumplir años.


miércoles, 8 de junio de 2011

Personas que se echan de menos.

Hay momentos que quedan inmortalizados en nuestras retinas el resto del tiempo. Canciones que te evocan a lugares concretos, lugares concretos que te recuerdan a personas determinadas. Hay personas que desde que las conoces se quedan alojadas en tu corazón. Las amigas de la universidad son para siempre, ¡Cuánta razón tenía mi padre!

Hoy he ido a desayunar con mi amiga la guionista (debería decir "proyecto de..." pero no, para mí ya es script y guionista) y he echado de menos a mucha gente en esa mesa. Sobretodo eche de menos a la del sur, la más organizada;  también a la que empezó la carrera diciendo que no le gustaba la terminación -ina de su nombre y acabó cogiéndole cariño. Recordé a mi gran descubrimiento palentino, recordé a muchas, pero sobretodo a ellas.

Una pena que al ver el mapa las carreteras parezcan tan largas y las guaguas para llegar a esos destinos tarden tanto. Se acabó la carrera, se acabó nuestra estancia salmantina el año pasado. Unas nos quedamos, otras se fueron a sus respectivas ciudades del mapa. Todas nos echamos de menos, porque hay momentos de apuntes, cafés, risas y cervezas que se quedaron inmortalizados en nuestras retinas, canciones  que nos trasladan a fiesta de universidad, pisos de estudiante o clases con el profesor Luismi. Lugares, como Salamanca, que recordaré para siempre porque conocí a personas impresionantes. Ustedes se quedaron grabadas en mi corazón y un día como hoy, en medio de una mesa, tomando un desayuno las eché de menos.



¡Espero que nos veamos pronto chicas!

martes, 31 de mayo de 2011

30 de Mayo, día de Canarias.

Lo sé, hoy es 31 y no día 30, pero ayer no me apetecía escribir sobre Canarias porque es cuando todo el mundo lo hace. No me interpreten mal, me gusta que haya un día que marcar en el calendario como "Día de Canarias", un día para resaltar nuestro canarianismo (si hace palabra existe), para recordarnos nuestra identidad y nuestro orgullo por ser de donde somos y ser como somos.
Pero, sinceramente, creo que a todos los canarios que vivimos fuera de las islas no nos hace tanta falta ese día para recordarnos lo que somos. Los que vivimos fuera, día tras días lo recordamos pues echamos de menos los alisios, el mar, las casas de colores, los buenos días mi niña, las sonrisas adoquinadas, las campanadas a cada hora, el olor a tranquilidad, el salitre que se incrusta en la mirada, los cafés con dos de azúcar con gente que se lo toma amargo, nuestro vocabulario, el olor a tierra mojada, los sabores, los olores, el vaivén de las olas, la sombra de los pinares, el sol que se refleja en el mar...

Sí, pregunta a cualquier canario de cualquier isla que viva fuera, hallarás la misma respuesta. Todos nos damos la vuelta cuando oímos nuestro acento tan particular, todos sonreímos cuando oímos hablar sobre Canarias, todos decimos "me voy a mi isla" en vacaciones; todos nos sentimos tremendamente orgullosos y dichosos de pertenecer al paraíso cada instante de cada día. Somos los mejores embajadores de nuestro archipiélago, porque lo sentimos como tal, porque sabemos a conciencia que tenemos mucha suerte de formar parte de las Islas Afortunadas y queremos que todo el mundo lo sepa.  Porque cuando estamos fuera, las disputas tontas se dejan de lado, caminamos de la mano, seamos de la isla que seamos, porque todos tenemos el mismo sentimiento, queremos volver a casa.

Yo me siento como en casa cuando voy en el avión, cuando veo la isla de Gran Canaria desde el aire y sé que dentro de pocos minutos aterrizaré. Oleré la humedad, el pelo se me enredará con el viento de Gando y sonreiré, siempre lo hago, siempre lo hago al llegar a casa.

Y es que cada canario que vive fuera se emociona con algo, yo lo hago con la canción de Benito Cabrera "Nube de hielo" porque con esta canción cierro los ojos y veo Gran Canaria, veo a Canarias, atenta y sumida en su cordial calma, esperando, esperanzada, a acogernos a todos los que contentos volvemos a casa.

Hoy 31 de Mayo, como cualquier día del calendario, me siento orgullosa y dichosa de ser canaria.

sábado, 28 de mayo de 2011

Lluvia de verano.

Huele a verano, el sol está espléndido en lo alto saludando y de pronto, en estas tierras castellanas, tan llanas como impredecibles, llueve. Primero avisa un ruido atronador luego un destello de luz, los rayos y los truenos comienzan así su baile. No quieren dejar pasar la ocasión, en las tormentas de verano ellos son importantes. Lo saben, por eso se recrean en el juego, parecido al de la seducción, en el que se ven inmersos. Primero el relámpago, luego el trueno.... Oigo el tic-tac del reloj; un, dos, tres, cuatro: comienza a llover. Es una lluvia dulce, suave, cargada de buenos presagios, es fuerte, es pasional, es lluvia de verano.

Me asomo a la ventana a observarla y un impulso casi autómata hace que me descalce y que mis pies se empapen. No soy la única que está feliz por la lluvia, las pájaros revolotean en sus árboles, pían sin cesar dándole la bienvenida.  Las flores se encaran contra el agua que emana del cielo buscando un abrazo, buscando esas pequeñas gotas que se quedarán impresas en sus pétalos, como un fiel recordatorio cuando la tormenta haya pasado de largo.

Me gusta la lluvia de verano, el caos silencioso que provoca por momentos, pero me gusta, aún más si cabe, la paz y la tranquilidad que deja al pasar.

Te propongo un plan, en la próxima tormenta, sal a calle y huele el olor que desprende la tierra mojada (es uno de mis favoritos). Dice la mitología griega que el olor a tierra mojada, es lo que le corría a los Dioses por las venas, el petricor... Sea cierto o no, disfrutemos de cada tormenta, empapémonos de arriba abajo, chapoteemos en plena calle, de esta forma disfrutaremos más los cafés y de la vida; y ya saben que a ambos les pongo "dos de azúcar". 


jueves, 26 de mayo de 2011

¿Por qué un blog y por qué con dos de azúcar?

Escribo mi primera entrada del blog después de mucho pensar si hacérmelo o no. Al final he decidido tirarme por la borda, tirarme con el coche en marcha y ponerme manos a la obra. No prometo mucho con este blog (ni siquiera sé usarlo muy bien) pero prometo que iré aprendiendo a manejarlo y seguro que todo irá rodado. Y es que, ¿no hay siempre una primera vez?

El por qué del título, pues por lo que significa "con dos de azúcar." Significa tomar un café con amigos, con mis padres, con mi hermano, con la familia. No por tomar un café sin más, sino por las conversaciones que surgen, algunas profundas otras banales pero todas importantes. Por los momentos que se viven alrededor de una taza de café. Los apuntes y nervios compartidos, por las noches en vela, por los desayunos y por las meriendas.
... Y es que el café yo siempre lo pido con leche y con dos de azúcar.