lunes, 31 de octubre de 2011

La Princesa Ara

Y allí estaba ella. Cansada, enquistada en la rutina, oteando el horizonte como máximo sueño. En otra vida había sido fuerte, severa, risueña y había tenido esperanzas. Hoy era una más atada a la rutina, cansada de esperar, esperando el final del cuento feliz pero sin ganas de seguir leyéndolo.

A ella le gustaba el mar, la tranquilidad, el color azul y tomar chocolate envuelta en una manta mientras nevaba fuera. Era risueña, algo mandona y tremendamente buena. Digamos que ella se llamaba "Ara" y que todos la llamaban de esa forma. Pero a ella no le gustaba, se acordaba de que en otra vida había sido princesa, había sido reina, había sido la princesa más decidida y más envidiada de muchos reinos y ahora, su vida, se le quedaba pequeña. Su vida se había convertido en una rutina de purpurina, de fuera se veía hermosa y llena de brillos, por dentro sólo veía unas luces que la cegaban y le impedían ver el sol y la luna. Ara se ahogaba en su burbuja de purpurina, la misma que construyó para no sentirse sola, para tener cobijo donde llorar, donde reír, donde murmurar y callar. Trabajó mucho por tener la burbuja más bonita y especial, pero se le olvidó dejar una puerta en ella por si algún día quería salir de tanto brillo gris. 

Ahora se sentía dentro y sin poder escapar. Se ahogaba en esa rutina rutinaria, llena de mimos y afecto. Quería conocer cosas nuevas, quería soltarse la melena y  vivir aventuras, pero la burbuja que con tanto trabajo había creado durante tanto tiempo le daba pena, le daba lástima... ya se había acostumbrado a tenerla siempre cerca. 

Ara, que en otra vida fue princesa, tenía una válvula de escape. Cuando nadie la veía, se tapaba bajo las sábanas y un grito mudo surgía de sus labios y entre lágrimas pedía vida, pedía vida nueva, pedía una vida alocada, una vida sin ataduras y sin miedos, pedía una vida para ella, en la que ella de nuevo, como en tiempos pasados, fuera la protagonista, la reina, la princesa... 

Ara se confabuló con la luna. Se levantaba cuando ella más brillaba en la noche y se calzaba sus tacones preferidos y escribía cartas, cartas de desesperación que se antojaban sensuales.  Ella regalaba amor a quien no le importase, regalaba amor a quien la endiosara, a quien la viera como una verdadera princesa fuera de cualquier burbuja. Pedía en las cartas que le dieran vida, una vida fuera de su triste y aburrida rutina; una vida fuera de la burbuja, una vida en la que ella no fuera una cobarde. 

Al fin y al cabo, Ara siempre fue perspicaz, hermosa, luchadora y tenaz. Siempre quiso ser ella, sin retoques, sin espejismos, sin miedos... el problema es que construyó una burbuja para sentirse a salvo y ahora la burbuja es la que la deja sin aire. Por ello, seguirá levantándose de noche, cuando la luna la llame, y escribirá cartas subida en unos altísimos tacones para sentirse libre, para sentirse viva, para volver a sentirse princesa una vez más en su rutinaria vida.

--- Pero Ara no ha de olvidarse que jamás ha dejado de ser princesa, sólo tiene que encontrar la salida de la burbuja y dejar la puerta entreabierta por si algún día quiere regresar a su mundo de luces--- 




2 comentarios:

  1. sin palabras... cada día me sorprendes más...
    Sara.
    Te adoro.

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  2. Es maravilloso... continua así.

    firmado: la princesa de Tefia

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