jueves, 20 de junio de 2013

Pidió un surfero.

Sopló las velas y pidió como deseo un surfero. Un hombre de mirada limpia, que fuese capaz de ser el equilibrio entre sus ganas y sus despistes. Que no le dejara tambalear cuando las dudas se apoderarán de su vida. Pidió un surfero para siempre tener intacta la sonrisa, para que le enseñase a cabalgar encima de las olas y de los problemas; que le enseñara a encontrar el baile entre las olas y el sol. Pidió un surfero que se despertará al alba y se acostará de madrugada con tal de darle un beso. Pidió un surfero que le prestara el neopreno cuando tuviera frío y que le diese el empujón definitivo para remojarse los pies en el mar.

Sopló las velas y pidió un surfero. Uno de sonrisa valiente, mirada limpia e ingenuo malestar. Pidió un surfero que cabalgara las olas, que le desnudara el misterio en cada puesta de sol y que cada tarde llegará con los pies llenos de arena y miles de historias que contar.

Ella sopló las velas y pidió un surfero, alguien que surfease entre su mar de dudas y que le devolviese el equilibrio cada vez que la pausa acechase a la calma.

Un revolcón tras otro, las olas bailan al son de la cintura de ella porque al fin y al cabo, pidió como deseo un surfero...