martes, 22 de octubre de 2013

Espera el deshielo.

Llegó el otoño y con él el frío y la música triste y la nostalgia de lo vivido. Llegó el otoño y la soledad se instauró en una pequeña ciudad del norte que tenía ganas de patinar sobre hielo pero que no tenía patines. Ella miraba la ciudad desde lo alto, abrigada en casa y diciéndose a sí misma que no podía salir. La que una vez fue fuerte, la que se reía de los cuentos y los tejados con hojas rojas había caído en la trampa del recuerdo. Recordando siempre en plural, teniendo pesadillas y sin poder parar de pensar que todo lo anterior había sido una farsa, una pequeña mentira en medio de una gran explanada naranja. El cielo ya no era turquesa, las nubes se habían comido sus recuerdos felices, aquellos que con celo había guardado durante tantos años en esa caja rosa perfectamente ordenada, recuerdos que se habían esfumado de la misma forma y con la misma rapidez que su sonrisa.

Miró por la ventana y se dio cuenta de que quedaba lo peor, que quedaba el invierno. La nieve y el frío polar, la lluvia apoderándose de las aceras, la nieve siendo testigo de excepción de sus penas, acaparando cada repisa, cada ventana y cada balcón. Volvió a recordar el pasado y volvieron a marchitarse sus ganas de intentar seguir hacia delante con una sonrisa pero entonces recibió una llamada recordándole que tras el invierno llega el deshielo y la primavera siempre vuelve, enseñándonos flores nuevas y con millones de semillas de girasoles que diariamente siguen al sol.


Los abrazos llegan siempre, los inviernos se acaban y la soledad se esfuma cerca de una taza de café caliente. Yo le pongo dos de azúcar, ¿cuántas cucharadas quieres tú?

 ...Sé valiente y espera el deshielo.


...TeQuiero.

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