Las ciudades se conocen, las carreteras te llevan a un lugar concreto. El semáforo cambia de color y se queda totalmente en ámbar. Vuelve el color salmón y el marrón se instala en los ojos. Los amigos siempre están, la vida se saborea, y los tal vez vuelven a ser quizás. Las dudas se quedan siempre siendo dudas pero está la determinación de saber que lo son.
Vuelven las adivinanzas y los planes, los libros y la bolsa de mimbre de la playa, cómplice callada del vaivén de las olas.
Los olores se convierten en importantes, los sabores se endulzan y las sonrisas se disfrutan. Y es que en agosto los bostezos dejan paso a los suspiros...
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