lunes, 23 de junio de 2014

El dolor casi llega a ser físico.


El dolor casi llega a ser físico, no lo es, es peor, es dolor del alma. Tarda más en irse, tarda más en olvidarse, tarda en desaparecer. Ellos saltaron y ningunearon de esta forma a una afición que sí es de Primera. Ellos no deberían haber estado allí, "su fiesta" nos arruinó la nuestra, la deportiva, la que llevábamos esperando catorce años. Lloré como lloró mi padre, como lloraron mis vecinos de grada, como lloró mi mejor amigo tres filas más arriba. Lloré de rabia y de impotencia, nos robaron un sueño que ya estaba casi hecho, sólo quedaba un minuto y medio y la isla y el equipo alcanzarían la gloria.

Nos lo merecíamos todos, todos menos ellos. Se lo merecía cada jugador, cada miembro de esta Unión Deportiva porque recuerden ya lo indica el nombre, somos la Unión Deportiva. En ella no caben estos desalmados. Se lo merecía mi familia y la de tantos que jornada tras jornada acude al Gran Canaria, se lo merecían todos esos amarillos que se desplazan para no dejar a su equipo solo en los campos peninsulares. Me lo merecía por sobrevivir a una derrota en el primer partido que fui al Insular, por la traumática mudanza al Gran Canaria,  por vivir el descenso en Bilbao y por el descenso a 2ºB, porque viví todo el proceso concursal y la casi desaparición del club, porque el año pasado tuve el ascenso casi en mis manos mientras trabajaba y me lo merecía este año por dejarme la garganta y el alma en cada partido. Se lo merecían mis compañeros de profesión, todos. Se lo merecían toda esa masa social, que al final son las personas que lloran las derrotas y se abrazan en las victorias. Nos lo merecíamos todos, todos menos ellos.

Lloramos demasiado con esta Unión Deportiva Las Palmas nuestra pero lo de ayer fue distinto a todo. Los que nos robaban estaban dentro como si del caballo de Troya se tratase, esos que siempre terminan estropeándolo todo y dando una imagen que no se corresponde con lo que somos. Ayer vi muchos niños, jóvenes y mayores en los aledaños. Ví familias enteras que querían apoyar al equipo de sus amores, vi como 31.000 personas gritaban a los que habían saltado y vi lágrimas que quedaran en mi retina para siempre. Eso que se vio en la televisión no es la Unión Deportiva Las Palmas pero sí una plaga a batir en nuestra sociedad. Nos robaron ellos, por eso duele más, porque estábamos a un minuto de conseguir el premio para toda una isla, a un minuto de nuestro sueño.

Sin duda esta ha sido la peor de las derrotas, la más desoladora y la más cruel. No hay consuelo posible sólo esperar que el dolor vaya pasando.