miércoles, 22 de enero de 2014

Volvieron los cuentos.

Ella siempre tuvo buena memoria. A menudo contaba cuentos hasta que, por desavenencias con el destino se quedó afónica, el bolígrafo le empezó a pesar y las hojas volaban como vuelan los colibríes, rápido y hacia atrás. Se dedicó a vivir, a soñar y a imaginar. Se dedicó a viajar y a fotografiar la vida. A disfrutar de los amanecer, de los atardeceres y de los puntos suspensivos donde parecía que no pasaba nada pero en ellos residía toda la historia, la que se podía contar y la que se guardaba en sus pupilas.

Ella siempre tuvo buena memoria. Soñó y gozó, vivió y durmió. Se balanceó en medio de elefantes, se sumergió cerca de caballitos de mar, escaló montañas altas y remoloneó entre sábanas blancas. Pero un día, de nuevo, volvió la voz, su afonía se marchó como se marchan las nubes tras la tormenta, y regresaron sus ganas de volver a contar cuentos. Fue entonces cuando esa sonrisa de niña traviesa también volvió y se instaló en su cara; como quien encuentra el marco perfecto y la pared perfecta para colocar la fotografía que recoge el instante perfecto, un beso entre susurros, risas y parpadeos en medio la nada.

Volvieron los cuentos y las ganas de contarlos.