domingo, 28 de agosto de 2011

Las flores de la azotea

Era pequeña y el mundo le parecía demasiado grande pero quería comérselo sin masticar. Tenía 12 años y miraba como se deshojaban las flores, como la gente se enamoraba, como la marea subía y bajaba y como los árboles cambiaban de color según la estación. Su abuela le había enseñado a mirar y observar el mundo y a amar las flores. Era una niña pizpireta, a veces demasiado preguntona y poco dormilona.

Ayudaba a su abuela a regar las flores que, apiladas y plantadas en el culo de las garrafas de plástico, crecían contentas en la azotea de su casa. Con su abuela tenía conversaciones interesantes en medio de geranios, orquídeas de exterior, margaritas, rosas, claveles, dalias y amapolas amarillas; hablaban del amor que sentía por su abuelo, de la infancia en aquella tierra inhóspita y polvorosa pero de la que siempre hablaba con una sonrisa en los labios. Hablaban del consuelo que dan las amigas cuando toman cafés en la hora del café, hablaban de los consejos sabios que dan los mayores y que coger el sol después de comer es malo para la piel. Hablaban de las faldas demasiado cortas y las noches demasiado largas. A su abuela le gustaba hablarle del telar, de su juventud, de lo que ella se ponía cuando iba al baile. Le cantaba canciones antiguas y le hablaba a su nieta de cómo había que cuidar las flores para que éstas crecieran fuertes y bonitas.

Su abuela se llamaba María, tenía el pelo canoso, siempre vestía con vestidos de colores oscuros y no le gustaba que la gente gritase. Intentaba dar buenos consejos aunque no siempre su nieta le hacía caso pero le daba igual ya que, sabía que a la niña le gustaba estar con ella regando las plantas, hablando de cosas sin importancia y de cosas importantes. Les gustaba estar juntas contándose secretos sobre la vida y sobre cómo vivirla. 

-       No vengas a ayudarme hoy a regar, hace demasiado calor y llevas una falda demasiado corta.
-       Me quedaré en este rincón para no mancharme. Abuela, ¿dónde está la gata?
-       Buscando gato. Lo raro es que no estés buscando tú también.
-       Mi madre no me deja, me dice que venga directamente para acá, que no me entretenga por el camino.
-       ¿Saliste de casa con esa falda tan corta?
-       Sí.
-       Normal que no te deje salir a buscar gatos.
-       Hace bastante que no entiendo de lo que estamos hablando. ¿A buscar gatos? yo tenía ganas de dar una vuelta. No te entiendo...
-       Ya me entenderás cuando seas mayor. Entonces vendrás con una falda aún más corta y con varios gatos detrás de ella.
-       No sé de lo que me hablas abuela.
-       Mejor, ahora tráeme la regadera, ya tendrás tiempo para entenderme.

La niña va en busca de la regadera y la abuela ríe, en ese momento llega la gata y maúlla, está cansada y tiene hambre, la abuela vuelve a sonreír.

-    La gatita ya llegó. Ponle comida que llega flaca y muy cansada.

















Las flores son de mi jardín, ¡Qué mano tiene mi madre con las flores!

lunes, 22 de agosto de 2011

El Burrero

Hoy es uno de esos días que aunque es lunes huele a sábado.
Me he levantado esta mañana y desde mi ventana se podía oler el mar... ese mar con yodo de esa playa que unos iluminados estropearon ya hace bastante tiempo. A mi memoria han llegado recuerdos de días de viento, de mar, días de cholas de plástico, de juegos en la avenida mientras los aviones sobrevolaban nuestras cabezas. He recordado como nos engañaban diciendo que la digestión duraba cuatro horas, que el potaje era pesado y que había que quedarse sentado esperando. He recordado los charcos de enfrente de mi casa, el pequeño dique con el que me protegía del viento y los bocadillos de "tulip"en la orilla del mar. Antes la arena no molestaba, la gente se sentaba en la calle a hablar y a tomarse el café;  la brisa olía a mar y las cholas de plástico eran parte de nuestro día a día. Qué buenos momentos me traen las "calamares"... todo el día puestas, no nos la quitábamos hasta que su marca no estuviera sellada por el sol en nuestra piel.
Esa era la verdadera playa del Burrero o por lo menos la que a mi me gustaba; una playa de callao y arena rubia. Me gustaba el Burrero en el que la Aguaiza, el Charco del Cura, la Bartola y la Cuna no estaban sepultados por toneladas de arena y donde el dique sur esperpéntico no existía. Me gustaba el Burrero de las historias, de los mitos, "la playa en la que se hundió un barco y aún hoy hay un tesoro escondido", como decía mi maestro de gimnasia. De eso ya nada existe, tiene que soplar muy fuerte el viento para que se lleve toda la arena y vuelva a dejar mi playa como estaba.

¡Qué pena de playa pero qué buenos recuerdos!







sábado, 13 de agosto de 2011

Porque para llevar tutú no hace falta ser princesa.


Para llevar tutú tenía que ser princesa, desde pequeña le habían enseñado eso. Debía ser coqueta, vestir de rosa y ser buena. Las horas para salir a la calle estaban restringidas a cuando estuviera el sol, los amigos tenían que ser mujeres y la mayor aspiración debía ser llegar a ser la perfecta princesa.

Se llamaba Estrella, era buena chica, siempre hizo lo que le dijeron y nunca dio  problemas. Mientras crecía se convertía en la princesa perfecta. Vestía con tutús, su prenda favorita, los tenía de cientos de colores, también tenía zapatos que al caminar soltaban purpurina. El mundo la veía feliz porque ella le sonreía al mundo, lo que el mundo no sabía es que al caer la noche, cuando la aspirante a princesa se iba a dormir, la sonrisa desaparecía y por la ventana miraba hipnotizada, con un rostro triste y desazonado, la oscuridad; esa que tanto le maravillaba y tanto desconocía.  

Una noche, mientras se quitaba el tutú rosa de princesa apareció su hada madrina.
            -   Puedes pedir un deseo, sólo uno, el resto se me cayeron de la varita al estrellarme con la carroza en aquel árbol que separa la rotonda quinta de la sexta. Tienes 23 horas para pensar lo que me quieres pedir.

La aspirante a princesa no pudo dormir, por la mañana su sonrisa había desaparecido y el sol parecía que le segaba las idea. Qué podía pedir si lo tenía todo, acaso un príncipe azul, un unicornio blanco, un castillo de cuento… Qué podía pedir. Se fue pronto a su habitación, como cada día, se quitó el tutú rosa y bostezó. Su mundo le aburría pero ella tenía que ser la princesa perfecta, así lo querían y así lo esperaban todos.

Cuando el reloj de cuco marcó las 12 de la noche apareció el hada madrina y le preguntó si ya sabía que deseo pedirle.
               -  Quiero conocer la oscuridad.

El hada madrina casi se cae del espanto, la niña con tutú parecía muy segura pero eso no es lo que debería pedir una aspirante a princesa. Ya no podía hacer nada, era su deseo. Movió la varita en el aire y con un “chin-pon” apareció en la mano de la aspirante a princesa una escoba y su precioso tutú rosa se fue tiñendo poco a poco de negro y fucsia. La muchacha miró su escoba y su tutú y una sonrisa se dibujó en su cara.
-                 -    No era esto lo que yo tenía pensado para una princesa. ¿Por qué quisiste conocer la oscuridad? Eso no es lo que la gente espera de ti, debías de ser buena, la noche no está hecha para princesas, debías estar en casa a horas normales y ser, sencillamente, perfecta. ¿Tan difícil era?

Estrella, la aspirante a princesa, se montó en su nueva escoba y salió volando a ese cielo oscuro que tanto había observado, mientras, su tutú teñido de fucsia y negro ondeaba en el aire y una sonrisa era perenne en su cara. Miró al hada y le dijo:
- Hada madrina, no te enfades, tengo 24 años y llevo asomándome a esa ventana todas las noches desde que soy pequeña.  Toda la vida llevo soñando con saber más de lo que me rodea. Sabes cuánto tiempo he tenido para pensar; mucho, y anoche, cuando apareciste, me di cuenta de una cosa…

“Mientras las princesas duermen las brujas vuelan...”  y no quiero seguir durmiendo.
(Foto Alyson Aliano) 

miércoles, 10 de agosto de 2011

Me inventaré cuentos

Díganme palabras, díganme temas y me inventaré cuentos. Este es mi nuevo reto y mi nueva petición. Se aceptan las propuestas por todos los medios posibles ¿Me ayudan? Es fácil tú me propones un tema o una palabra y yo desarrollo el cuento.

Vamos a hacer volar la imaginación... qué en estos tiempos que corren está difícil.


Feliz día!